Fin de semana del 25/26 de julio del 2020. Pronóstico del tiempo inmejorable. Voy a Decathlon a comprar una funda de vivac. Gente a barullo comprando material de montaña y excursión. Subo a las Viniegras. Mucho tráfico por todas partes. Paso por Viniegra de Abajo. Lleno de coches aparcados hasta en las aceras. Me acerco con miedo al pequeño parking de Trambosríos no fuera a ser que no hubiera sitio para mi furgo...
Andá...: ¡todo el parking para mí! Me esperaban veinticuatro horas sin ver un alma (!!!). Viva el montañismo riojano. Treinta kilómetros de monte y casi mil trescientos metros de desnivel por delante. Hago ciento treinta y tantas fotos, de las cuales no me desharía de más de treinta de ellas para un relato más o menos apañado. Trato de ponerlas en un vídeo a 3 segundos por foto pero resulta mareante. Por otra parte, subir unas cien fotos al blog es un trabajo ímprobo. Creo que el formato para contar una excursión tan larga y pródiga en bellezas, es el viejo "pase de diapositivas".
Puestos a hacer una selección, hay dos criterios bastante divergentes: el de las "postales" de los lugares más bonitos, o el de los momentos más sencillos e importantes para que el que quiera ir se haga una idea y no se pierda. Sin olvidar que el mejor relato es el que va en palabras sin necesidad de fotos. Ese tipo de narración que ya tenía yo abandonado...
Trambosríos - Refugio de Hoyo Bellido
Nueve kilómetros de sendero de montaña a las cuatro de la tarde con 32ºC a la sombra, en el que los únicos refrescos eran auditivos y visuales.
El muro de roca anterior a la ermita de San Millán (hacia el km tres o cuatro) es espectacular. Lo fotografío hacia atrás y, más adelante, en la bajada, pondré una foto de detalle:
De la sencilla ermita de San Millán hay muchas fotos en la red, así que me ahorro poner otra. Me gusta más ésta: una diminuta nube puso una bonita mancha de sombra al paso por un viejo corral en ruinas poco antes de las tenadas de Tacudia:
Al paso por la choza de Sergio, el águila del Paraíso Urbión, saludo desde lejos: ¡hola! ¿hay alguien?, pero no obtengo respuesta y sigo adelante. Cruzo el río dos veces para transitar kilómetro y medio por la margen izquierda del Urbión y veo que me voy quedando sin agua. Había previsto medio litro para la aproximación y 800 centilitros para el domingo... Un manantío bastante vertical poco antes de llegar al refugio de Hoyo Bellido, me permite reponer los depósitos con cierta confianza en la calidad del agua.
La llegada al refugio nos muestra buena parte de las joyas del valle: el Pico Ochernas que da entrada al Hoyo Bellido, el Pico o Muela de Urbión y el roquedo de Peñas Claras que decora la laguna. Descanso una media hora, veo que el refugio está muy cochino por dentro y decido seguir adelante.
Refugio Hoyo Bellido - Refugio de Campolengo
El valle cambia de aspecto. Al principio el río se queda abajo, pero según mi buen guía, el wikiloc de Balasitxo, hay que bajar a vadearlo.
Una vez vadeado miro hacia atrás y hago otra foto:
Por delante me queda caminar por Campolengo, que tal como me imaginaba por su nombre, es un campo o pradera larga donde me encuentro a un grupo de caballos que estaban de melé:
Al final de Campolengo llego al refugio del mismo nombre y me pregunto si dormir allí o, como alguien me dijo, vivaquear más arriba, en la laguna. Frío no iba a pasar. Aún hacían 27,5 grados.
Pero la presencia del pico y el ruido de la cascada (también llamada de Campolengo) podían llenar tranquilamente las dos o tres horas de contemplación que aún me daba la luz.
La caseta de piedra me iba a proteger de las vacas que rondaban por allí, pero a cambio de la seguridad contra bichos grandes tuve la compañía de un ratoncillo que salía de debajo de la leña acumulada para corretear por el plástico sobre el que puse mi saco de dormir y despertarme de tanto en tanto.
con las primeras luces del domingo retomo la ascensión por un desdibujado sendero en ladera
Puse en marcha el Suunto a las 6:21 y lo paré al llegar al refugio de Hoyo Bellido cuando se le acababa su batería. En este último track faltan por recorrer los 9 kms hasta la Trambosríos, pero como son los mismos que los de ida, tanto da.
Poco más adelante de las cascadas de Campolengo (hay hasta tres) tuve que lidiar con este grupo de vacas que bajó en estampida hacia mí creyendo que les traería sal (eso me explicaron en el Bar de Viniegra cuando les conté el incidente). Lo cierto es que tuve que correr y agitar mucho los bastones para explicarles que yo no quería saber nada con ellas. Las más decepcionadas, se pusieron a emitir unos terribles mugidos de protesta. Pasado el susto les hice una foto de despedida.
el veloz paso de un zorro me alegró la vista cuando el sol empezaba a difuminar las cimas
en las llamadas Peñas Claras el efecto de la luz lateral era, por el contrario, el de un dibujo preciso
y en estas apareció la mágica laguna
la subida directa junto a las rocas asusta un poco
en las fotos hacia atrás y una vez superada, asusta menos; quién la cogiera con esquís...
una vez en el cordal y mientras me ladraban sin parar un par de mastines para que no me llevara a casa una oveja soriana, yo me preguntaba por dónde diablos se subiría a la muela cuya cruz no veía por ninguna parte.
La vista me decía que por la derecha, pero el track de Balasitxo me decía que por la izquierda, así que corregí mi rumbo y me planté bajo los pedruscos:
Superados como buenamente pude, veo que es en la otra parte de la muela donde hay unos restos de hierros. Pues nada, allá voy:
Vuelvo a trepar un poco y al llegar a estos tres hierros rotos pienso: pobre cruz, igualita que las que me mandan mis hijas desde las montañas suizas o austríacas.
Hago una foto del largo valle por el que había subido. Qué maravilla:
Y se me ocurre mirar a la parte de la muela que había dejado atrás...: ¡córcholis! ¡mira dónde estaba la cruz! justo escondida detrás de la roca por donde acababa de pasar.
Pues ahí se queda, que si es la misma que estaba cuando subimos el 20 de abril de 1984, ya la había tocado. Aunque me da que no es la misma....
Bastante tarea tenía con encontrar el paso hacia el cordal del Pico de Hoyo Negro, paso que no encontré por lo que tuve que bajar culo a roca (o mejor dicho culo/mochila a roca) por una canal poco recomendable:
Vista con un poco más de distancia, creo que el paso fácil estaba más hacia la cara norte, pero por confiarme, tampoco di con él. Vaya caos de cima la mía.
Aquí el track en detalle de mis problemas de muelas...:
El paseo hasta el poco prominente Pico de Hoyo Negro hizo que me olvidara pronto de mis aventuras/desventuras con la roca:
Mirando hacia atrás esto es lo que había bajado y subido:
Por delante y hasta Hoyo Bellido, quedaba un largo y feliz paseo cumbrero:
Para encontrar el punto de acceso al Hoyo tuve que echar mano del track, porque ya Balasitxo decía que de sendas por allí nada de nada:
La bajada en tres peldaños es algo menos pendiente que la pared de la laguna por la que había subido hacía una hora, pero también hubiera preferido las tres palas como pistas de esquí (negras, claro):
Aunque en el tercer peldaño, ni esquís ni gaitas: en vez de vertiginosas praderas hay que bajar por entre los pedruscos del arroyo de Fuentedorra, pues la vegetación del pinar parece haber cerrado cualquier otro paso. Contar también que por allí avisté a otro mastín perdido que ni me ladró ni se me acercó, dios tenga en su gloria al animalito. Hace unas semanas me contaron que por el asunto de los lobos habían llenado las sierras de mastines y que muchos de ellos andaban perdidos y que podían ser peligrosos...
Pasados los apuros del Fuentedorra, todo son bellos pastos y hasta las vacas con que me crucé se portaron bastante bien:
El prado que está debajo del Pico Ochernas es un espacio de una belleza abrumadora, o.... quizás era la euforia de que estaba ya a tiro de piedra del refugio de Hoyo Bellido donde me había propuesto almorzar y recargar mis agotadas reservas de agua.
Juzguen ustedes sobre su belleza. En la siguiente foto, el refugio ahí abajo y los nueve kilómetros de retorno por delante.
Como ya me he pasado de fotos, solo dos más. La que le hice al Águila del Paraíso Urbión echando un speech sobre el coronavirus, las libertades y el mundo mundial a tres pacientes señoritas que no sabían cuánto podía durar aquello (yo tampoco lo supe porque salí corriendo senda abajo), y la prometida del detalle del paso o garganta próxima a la ermita de San Millán.
Del refugio de Hoyo Bellido salí a las once y a la furgo llegué a la una menos diez con saludo a Sergio y foto incluida.
Bueno, y si se me permite una foto más, pondré la de la cascadita que hay en ese paso de San Millán, a la que han bautizado, como es costumbre en nuestra tierra..., como Cascada del Chorrero.
Tenía una espina clavada con esta excursión para la que nunca encontraba un finde o un compañero adecuado, y ya me la he sacado. Aunque la haya hecho con casi sesenta y siete años, ha sido como mi primera comunión con la montaña, porque la mejor ceremonia para ese sacramento creo que es una larga marcha por parajes desérticos y una noche en el monte en auténtica soledad.