segunda vez que subimos al Mojón Alto con raquetas; la otra vez fue desde Villoslada (v Montes 199)
La idea, esta vez, era subir desde Ortigosa, y si nos dejaba la nieve, salir lo más cerca del Robledillo para evitar la pista
la nieve caída la tarde anterior se había helado pero las ruedas aún se agarraban en la pista a Villoslada
al final aparcamos en la pista del Robledillo, unos 500m después de dejar la de Villoslada, con lo que nos quitamos 2 kms de ida y 2 de vuelta
en esta gran curva a izquierda dejamos el coche y echamos a andar
el ambiente era magnífico
y nuestra alegría, evidente: habíamos acertado con el lugar y el día
menudo cielo
todas las ramas blancas
el kilómetro y medio hasta el Robledillo se nos pasó en un pispás
a partir de aquí empezaba a haber más capa de nieve y para no poner tan pronto las raquetas decidimos subir al cortafuegos por el camino en vez de hacerlo por el atajo que sube por el monte detrás del refugio, donde se veía mucha más nieve acumulada
cuando llegamos al cortafuegos aún seguimos otro poco por la pista hasta cruzarnos con el atajo
al fin entramos al cortafuegos, donde nos recibió ese bonito acebo ramoneado por las vacas
el primer muro se sortea sin problema por el camino que va por el costado en solana del cortafuegos y que zigzaguea más arriba
pasado ese resalte, Rosalía y yo paramos a poner las raquetas, mientras que Alberto prefería hacer ejercicio muscular hundiéndose en la nieve
pasamos delante para hacer huella con las raquetas
mientras que él, erre que erre, a pinrel
según se gana altura se va poniendo el panorama más bonito
por delante, sin embargo, se cubría el cielo y el viento de Noroeste arreciaba de lo lindo levantando celliscas de nieve en polvo procedentes de las ramas de los árboles
el muro de pedruscos anterior al vértice geodésico lo salvamos sin quitarnos las raquetas
cuando llegó Alberto le dijo a la cámara: "abrete", "ponte en modo selfie", "haz foto"..., y la cámara obedeció, pero.... no le dio tiempo a Alberto a sonreir... ññññ
de allí nos fuimos hasta la torreta de avisos de incendios forestales cuya planta baja ¡encontramos abierta! ¡hurra! por lo que mejor lugar para almorzar, imposible. El único posible. Fuera silbaba el viento como un afilador. Eso sí, maldecimos a los imbéciles que cogen los tizones del fuego para poner bobadas en las paredes. ¿No les basta con pintar los muros de los pueblos, trenes y ciudades, que también tienen que subir al monte a poner sus nombrecitos...? Qué educación... por dios. En fin... volvamos afuera
Alberto y Rosalía se subieron al piso de arriba a hacerse una selfie; en esta no sabemos si le dio tiempo a Alberto a sonreir... jiji
desde la torreta al Mojón se agradecía de veras el solecillo que daba en la espalda
Rosalía y yo sorteamos esta vez el pedregal de la cima por un lateral, mientras que Alberto, que seguía empeñado en llevar las raquetas en la mochila, pasó por encima
en uno de los tramos de la bajada nos quedamos impresionados al ver que, mientras almorzábamos en la cima, el viento había practicamente borrado la profunda huella que habíamos hecho en la subida
mirando hacia atrás sólo se ven nuestras dos huellas de bajada
hacia abajo, como si no hubiera pasado nadie hace una horra
el tramo en que se ve el pantano es espectacular, así que tiré de zoom
por allí los pinos habían protegido nnuestra huella de subida
en el tramo de abajo desaparece el pantano de la perspectiva
bajando el zig zag del camino del último resalte; Rosalía y yo ya nos habíamos quitado las raquetas
esta vez, desde el cortafuegos al Robledillo atajamos por el bosque
y llegamos al refugio por detrás
en la pista
la temperatura había subido unos cinco grados y la nieve había desaparecido
menuda diferencia con la foto de hacía cuatro horas (!); allí un grupo de forestales andaba limpiando de hojas las canales de agua de los bordes de la pista
"Cámara" le dice Alberto a su iphone; "sonrisa" -digo yo-; ¡foto!; esta vez, perfecta; ¡otro éxito!
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